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MITOS

¿De qué trata esta sala?

La última sala de nuestro museo: La mitología ha sido bientratada por los autores del Renacimiento; se encuentran muchas obras relacionada con este tema como pinturas, estatuas, poemas...

Fuente de Cibeles, Madrid

¿Qué es la Mitología?

La mitología es un conjunto de mitos relativamente cohesionados: relatos que forman parte de una determinada religión o cultura. También se les denomina mitos a los discursos, narraciones o expresiones culturales de origen sagrado, y que posteriormente fueron secularizados y tratados como discursos relativos a una cultura, a una época o a una serie de creencias de carácter imaginario.

Los mitos son relatos basados en la tradición y en la leyenda, creados para explicar el universo, el origen del mundo, los fenómenos naturales y cualquier cosa para la que no haya una explicación simple. Sin embargo, no todos los mitos tienen por qué tener este propósito explicativo. Igualmente, la mayoría de los mitos están relacionados con una fuerza natural o deidad, pero muchos son simplemente historias y leyendas que se han ido transmitiendo oralmente de generación en generación.

Mitología en el Renacimiento y el Barroco

En el Renacimiento se da una expansión de la cultura grecolatina fruto del humanismo y del deseo de reavivar el cultivo y el conocimiento de los autores clásicos. Por ello, en el estudio de la literatura occidental referido a la presencia de la mitología clásica en las letras, pasa por lo griego y lo latino, ya que Grecia es la creadora de esos mitos (y algunas veces también la transmisora directa) y la literatura latina es la transmisora habitual.

En el siglo XVI son editados y difundidos profusamente los autores claśicos, y serán los poetas de Roma quienes marquen la pauta y se alcen como principales modelos de imitación y fuentes más frecuentadas de argumentos. En lo que se refiere a la mitología interesan mayormente Virgilio y Ovidio, sobre todo ‘Las Metamorfosis’, la fuente mitológica más consultada durante el Siglo de Oro.

A partir del Renacimiento, los mitos interesarán como materia de una buscada perfección formal, al tiempo que como expresión del subjetivismo y de toda una gama de situaciones en las que el hombre, con sus pasiones, limitaciones y afanes, converge.

Y es que la principal forma en que la literatura española de los siglos XVI y XVII canalizó el material mítico antiguo (en buena parte ovidiano) es el soneto. A esta forma estrófica compuesta por dos cuartetos y dos tercetos se recurre, ya sea como materia monográfica (al estilo del de Dafne de Garcilaso, de los muchos de Juan de Arguijo o de algún soneto de Hernando de Acuña), ya como elemento ejemplar (al modo de algunos de Garcilaso, como el soneto XII, y de muchos de Lope de Vega).

El soneto, debido a su forma escueta, no puede dar cabida a una larga narración, por lo que no encontramos la explicación de los mitos. Éstos se dan por sabidos, y se selecciona determinadas unidades míticas, parcelas de un relato más amplio.

Esta selección se realiza destacando algún contraste o paradoja, comentando las anécdotas con agudeza o moralidad, o bien poniéndolas como preludio y frontal (y a veces colofón) de una reflexión subjetiva.

El soneto en el Renacimiento es la forma más utilizada para mostrar la mitología en distintos episodios, aunque no la única, ya que el universo mítico era (y es) lo suficientemente extenso como para salpicar todos los géneros e incluso constituir uno propio.

En el Barroco hay muchas obras relacionadas con la mitología, lo que indica la cantidad de estilos en el Renacimiento y Barroco.

Hades, el Dios de la muerte

Poemas de Quevedo

El mito de Dafne aparece por doquier en nuestras letras. Pero en el Barroco, cuando ya se ha exprimido hasta la extenuación, aparece la parodia. Quevedo, en esta línea, arremete contra el mito en un par de ocasiones:

 

«Tras vos un Alquimista va corriendo,
Dafne, que llaman Sol ¿y vos, tan cruda?
Vos os volvéis murciégalo sin duda,
Pues vais del Sol y de la luz huyendo.

ȃl os quiere gozar a lo que entiendo
Si os coge en esta selva tosca y ruda,
Su aljaba suena, está su bolsa muda,
El perro, pues no ladra, está muriendo.

»Buhonero de signos y Planetas,
Viene haciendo ademanes y figuras
Cargado de bochornos y Cometas.»

Esto la dije, y en cortezas duras
De Laurel se ingirió contra sus tretas,
Y en escabeche el Sol se quedó a oscuras.

Bermejazo Platero de las cumbres
A cuya luz se espulga la canalla:
La ninfa Dafne, que se afufa y calla,
Si la quieres gozar, paga y no alumbres.

Si quieres ahorrar de pesadumbres,
Ojo del Cielo, trata de compralla:
En confites gastó Marte la malla,
Y la espada en pasteles y en azumbres.

Volvióse en bolsa Júpiter severo,
Levantóse las faldas la doncella
Por recogerle en lluvia de dinero.

Astucia fue de alguna Dueña Estrella,
Que de Estrella sin Dueña no lo infiero:
Febo, pues eres Sol, sírvete de ella.

La misma suerte corre el mito de Hera y Leandro, en paños menores según Quevedo:

Señor don Leandro,
vaya en hora mala,
que no puede en buena
quien tan mal se trata.
¿Qué se imagina cuando
de bajel se zarpa,
hecho por la Hero
aprendiz de rana?
¿Pescado se vuelve
el hijo de cabra,
para quien mondongo
quiere más que escamas?
Ya no hará en sorberse
el mar mucha azaña
un amante huevo
pasado por agua.
Bracear y a ello,
por ver la muchacha,
una perla toda,
que a menudo ensartan. […]
Piernas de ramplón,
fornida de panza,
las uñas con cejas
de rascar la caspa.
Rolliza, y muy rollo,
donde cuelgan bragas,
derribada de hombros,
pero más de espaldas.
Que aunque del futuro
con nombre la llaman
del buen sum, es, fui,
cumple sus palabras […]

Apolo y Dafne

Gian Lorenzo Bernini (1621-1624)

Hero y Leandro

François Chauveau (1676)

Poema de Garcilaso

Ya sabéis que el Renacimiento recupera la mitología clásica. El mito narra y se reconstruye poéticamente siempre en serio, como podéis ver en Garcilaso:

 

Soneto XIII

 

A Dafne ya los brazos le crecían
y en luengos ramos vueltos se mostraban;
en verdes hojas vi que se tornaban
los cabellos qu’el oro escurecían;

de áspera corteza se cubrían
los tiernos miembros que aun bullendo’staban;
los blancos pies en tierra se hincaban
y en torcidas raíces se volvían.

Aquel que fue la causa de tal daño,
a fuerza de llorar, crecer hacía
este árbol, que con lágrimas regaba.

¡Oh miserable estado, oh mal tamaño,
que con llorarla crezca cada día
la causa y la razón por que lloraba!

Apolo y Dafne

Jean-Baptiste van Loo (1720)

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